Cabañas

El campo de prisioneros contó con cinco pabellones, cada uno con diez cabañas, que se distinguían por el color en sus puertas: amarillo, naranja verde, celeste y rosada. En cada pabellón-cabaña se habilitaron diez cabañas-celdas, con dos camarotes, dos camas, una mesa y bancas. Con una capacidad total de 350 prisioneros. Además, había un sector separado de los prisioneros destinado a los Infantes de Marina, rama de la Armada a cuyo cargo estaba el campo, que contemplaba  un pabellón de diez cabañas para los infantes y un medio pabellón de cinco cabañas destinadas a uso exclusivo del comandante de turno a cargo del campo.

Entre los pabellones verde y naranja se encontraba la cancha de básquetbol, cuyo uso fue diverso y que aún se conserva en el terreno.

La única cabaña rescatada y puesta en valor corresponde a una parte del pabellón naranja, formado por dos cabañas de iguales dimensiones. En su interior se observan escritos realizados por prisioneros y rayados de otros periodos que acusan su uso durante varios años.

Normalmente en cada cabaña vivía un mínimo de seis personas, aunque el número podía variar sustancialmente dependiendo de la cantidad de prisioneros que llegaban al campo. Estos eran trasladados al recinto en buses donde venían amarrados y no podían realizar ningún gesto con personas del exterior. Provenían de otros centros de detención, clandestinos y/u oficiales y eran reconocidos como Prisioneros de Guerra por infracción a la Ley de Seguridad Interior del Estado de Excepción Constitucional. Algunos estaban condenados por un Consejo de Guerra o a la espera de una condena por parte de la fiscalía militar.

Estas cabañas eran el principal lugar donde los prisioneros desarrollaban los mayores lazos de camaradería y apoyo para sobrellevar el cautiverio. Durante la noche permanecían encerrados y la luz era cortada a las 22.00 horas. En el día se instalaban pequeñas mesas al exterior de la cabaña donde los prisioneros dedicaban tiempo a realizar diversos trabajos de artesanía.